No 44 La muerte y la vida
En este mundo, donde la vida y la muerte danzan,
allí reposa el corazón, afligido por la eterna balanza.
La muerte, sombra oscura, que nos llama sin clemencia,
pero la vida, oh vida, también lleva su imprudencia.
La belleza, como pétalo efímero, se desvanece en el viento,
la juventud, como río fugaz, fluye hacia el firmamento.
Y el amor, fragilidad tejida en el telar del destino,
se desvanece en la penumbra, dejando un eco divino.
La vida, con su carga de males y sufrimientos,
nos muestra su faz más cruel, entre sus laberintos.
¿Qué es preferible entonces, morir o envejecer?
El alma se estremece ante tal cruel deber.
Resignación, dulce néctar que mitiga el dolor,
es la única senda en este eterno desdén del amor.
Aceptamos nuestras miserias, en un abrazo final,
ante el manto oscuro que cubre el umbral.
Así, en cada latido, en cada suspiro,
nos sumergimos en el océano de lo transitorio.
La muerte, la vida, entrelazadas en un ciclo sin final,
donde la resignación es el último baluarte, celestial.
La muerte, un enigma que horroriza y seduce,
como la vida misma, con su danza traduce
alegrías y penas, miel y hiel que nos dan
la certeza de que el tiempo todo lo marchitará.
Belleza, juventud, amor, nada escapa al final,
la muerte nos recuerda que la vida es un vendaval
de males y pesares, más horribles que el morir,
por eso algunos prefieren no seguir.
Mas no te aflijas, alma mía, busca el bálsamo,
en la belleza que aún vive, en el amor que te inflamó.
La resignación te dará la paz que anhelas,
la única decisión que te libera y consuela.
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