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Mostrando las entradas de abril 3, 2024

47 "Danzar en la cuerda floja: desafiando a los salteadores del alma"

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  Tres riesgos nos acechan, como garras afiladas que laceran el alma. La depresión, lúgubre espectro que se alimenta del remordimiento por lo que fue, un sufrimiento interminable que nubla nuestra visión del pasado, impidiendo que nos realicemos. El remordimiento nos atormenta con culpas interminables que no podemos redimir, por más que nuestros sueños se desangren. El estrés, verdugo implacable, nos arrebata el regalo del presente. Somos huéspedes malvenidos en nuestra propia vida, ajenos al banquete de bellos  instantes que la vida nos ofrece. Voraces, ellos se deleitan mientras nosotros, distraídos, dejamos que los mejores bocados se queden en el plato. Y la ansiedad, serpiente venenosa que silba al oído sus inquietudes. Nos enrosca en una mente frenética, siempre tratando de esculpir con manos temblorosas el barro de un mañana que se disgrega una y otra vez. Así malgastamos la arcilla de nuestros días, modelando quimeras en lugar de amasar la belleza del ahora. ¿Seguiremos siendo v

No 46 “La fe del optimista: vislumbrando oportunidades en la bruma”

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  Cu ando la bruma de la duda empañe tu mirada, no pienses que nada crece tras ese velo gris. Algunas de las cosas más grandiosas germinan en el silencio, ajenas al ojo impaciente que solo ve la quietud exterior. Debes confiar, aunque no lo comprendas todo con tu mente finita. Confía en tu corazón, en los designios del universo, en esa fe superior que guía nuestros pasos sin revelar su cartografía. Si alientas la semilla de la esperanza, verás brotar oportunidades por doquier, árboles de sueños florecerán entre las rendijas de lo aparentemente imposible. Mas si dejas que la desconfianza mengue tus creencias, sólo atisbarás obstáculos afilados cercenando tus anhelos uno a uno. El optimismo es el abrigo que más calidez otorgará a tu alma en los gélidos inviernos de la adversidad. Porque anhelamos un futuro donde las cosas vayan mejor y no una perpetua y lúgubre desolación. Un mañana para contemplar con los ojos del niño que fuiste, no los del anciano prematuro al que jamás quisiste semej