No 73 “Memorias de un Corazón Curtido"


Tres intensas y voraces pasiones, ardientes como los rayos del sol, han gobernado los rumbos de mi vida como timones invisibles. La sed insaciable de amor, que me condujo por sinuosos caminos en busca de esa conexión trascendental. La incansable búsqueda del conocimiento, que me llevó a explorar los misterios del cosmos y los pliegues más profundos del alma humana. Y una profunda compasión, que me encadenaba a este valle de lágrimas, imposibilitándome abandonar a la humanidad en su sufrimiento.

Estas tres intensas pasiones han sido los vendavales que han arreciado en mi vida, arrastrándome mar adentro por la furia de las olas embravecidas, hundiéndome en un abismo de incertidumbre sólo para arrojarme luego al borde mismo de la impotencia. Pero, fueron también esos mismos vientos los que infunden la fuerza vital a mi existencia.

El amor lo he buscado primero porque me transportaba al éxtasis más sublime, una sentimiento tan pleno que hubiera sacrificado el resto de mi existencia por unas fugaces horas de tan inefable gozo. Lo anhelaba además porque sólo su cálido arrullo podía mitigar la soledad abrumadora que invade al alma curiosa que contempla el vasto universo más allá del mundo conocido. Pero por sobre todas las cosas, perseguía el amor porque en su unión trascendental vislumbraba, cual revelación mística, la visión anticipada del paraíso que han cantado santos y poetas. Ésa era mi búsqueda y por inmerecida que pareciera para un mortal, esa fue al fin la joya que hallé.

Mas no satisfecha con ello, mi alma inquieta añoraba también aprender el conocimiento en sus múltiples formas. Ansiaba comprender las incógnitas más recónditas del corazón humano. Deseaba descifrar los misterios de las estrellas rutilantes. Y buscaba aprehender ese poder por el cual los números rigen los flujos del cosmos y del pensamiento. Algunas de estas verdades logré entrever, aunque sólo fuesen destellos pasajeros.

El amor y el conocimiento me transportaban, en la medida de lo posible, hacia las cumbres más elevadas. Pero siempre la piedad insoportable por el dolor ajeno me arrastraba de vuelta a los lodazales terrenales. Los ecos desgarradores de gritos de agonía resuenan incesantes en mis oídos. Niños hambrientos, víctimas torturadas por opresores despiadados, ancianos desvalidos que representan una carga odiosa para sus propios hijos. Todo un mundo de soledad, indigencia y aflicción que convierte en un escenario grotesco lo que debería ser la venturosa existencia humana.

Por más que desee aliviar esos males con cada fibra de mi ser, me veo impotente para ello. Y ese fracaso sólo multiplica mi propio padecimiento. Ésta ha sido mi vida, una senda digna de caminar, una que repetiría sin dudarlo si el azar me ofreciera una nueva oportunidad.

La cascada de emociones que han definido mi senda es inabarcable para un solo corazón mortal. El amor, la pasión devoradora que ha inflamado mi espíritu con sus lenguas de fuego. Sus brasas me han consumido y vuelta a dar a luz en un ciclo interminable de éxtasis y cenizas. Como * la salamandra mítica, he fenecido una y otra vez en esas llamas purificadoras sólo para renacer de las pavesas con una piel nueva.

El conocimiento, ambrosía amarga y néctar agridulce, ha sido mi festín y mi condena. Mientras más saciaba mi hambre de verdades, con mayor vehemencia me veía asediado por los enigmas inescrutables del universo. Cada respuesta no hacía más que ocasionar un sinfín de nuevas incógnitas sin respuesta. Así, la razón ha sido mi bastón y mi cruz, mi amante esquiva que me ha traicionado con sus caricias furtivas.

Pero ha sido la piedad, ese amor desgarrado e inconmensurable por la humanidad doliente, la que ha tallado las cicatrices más hondas en mi alma. Sus latigazos me han arrojado una y otra vez al desfiladero de la desesperanza. ¿Cómo mitigar el sufrimiento infinito que asola a esta frágil manada de almas mortales? Los lamentos desgarradores de los desamparados son un tormento sin fin para mis oídos. Un niño gimiendo de hambre, una madre arrancándose los cabellos al pie de una tumba, un indigente cubierto de harapos suplicando un mendrugo de pan con los ojos apagados.

¡Ay, si tan sólo pudiera abrazar a toda la humanidad en un solo y apretado abrazo! Enjuagar con mi propio llanto las lágrimas amargas de cada hija e hijo de esta tierra mancillada y cruel . Pero mis brazos son demasiado cortos y mi caudal demasiado escaso para tanto dolor. Esta laceración es la más insondable de todas, un mar de angustia en cuyas turbulentas aguas me veo arrastrado sin remedio una y otra vez.

Y sin embargo, estos tres potros desbocados que han gobernado las riendas de mi existencia, también me han llevado a las cumbres más sublimes. He probado los néctares más dulces del amor correspondido y sus arrebatos de fuego celestial. He descubierto verdades profundas gracias al don del conocimiento. Y mi corazón ha palpitado al unísono con el sufrimiento de mis semejantes en un vínculo de piedad inquebrantable.

No renunciaría a estos dones por nada en el mundo. Pues han sido ellos los que han cincelado los contornos de mi espíritu y han labrado para mí las lecciones más valiosas sobre el verdadero significado de ser humano. Por mucha dicha que me haya deparado, también me han conducido a los valles más oscuros de la desesperanza. Pero este vaivén pendular entre las cumbres y los abismos es precisamente lo que confiere belleza y sentido al gran trasegar de la existencia.

*¿Por qué se relaciona la salamandra con el fuego?¿De dónde viene la leyenda de la salamandra resistente al fuego? A estos animales les encanta vivir en troncos de árboles, y es allí donde estaban muy tranquilos cuando alguien decidía hacer una fogata. Al tirar los troncos en el fuego ellas emergían como si salieran del fuego mismo, dando lugar al conocido mito.


Comentarios

  1. Escrito con el alma, esos potros que rigen la vida y el resurgir de la salamandra.
    Que gusto leer todo esto... ~Jario G.

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