No 96 "La sabiduría amarga"
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La sabiduría había llegado a él como un manto pesado, uno tejido con hilos de verdades amargas y revelaciones dolorosas, que se posaba sobre su alma con una fuerza implacable. En sus ojos, que habían visto demasiado, se reflejaba un universo de sueños rotos y esperanzas marchitas, un caleidoscopio de realidades que desafiaban la inocencia perdida de su juventud. Esta tristeza, nacida del saber excesivo, lo acompañaba como una sombra constante, recordándole que la vida no era la gran epopeya que había imaginado, sino una sucesión de pequeños, insignificantes momentos que se deslizaban entre sus dedos como arena en una tormenta. La vida, esa danza eterna que había creído grandiosa, se revelaba ahora ante él como una serie de instantes fugaces, tan efímeros que apenas dejaban huella. El amor, ese fuego que una vez había jurado eterno, no era más que una llama temblorosa en la vasta oscuridad de la noche, siempre amenazada por el viento frío de la realidad. Lo que alguna vez había sido una...