No 104 "La Marcha de los Instantes: La Fila Infinita"

 Cada minuto alguien deja este mundo atrás, y sin que lo sepamos, nos encontramos en una fila invisible, una fila que no pregunta, no avisa y no discrimina. Es un desfile silencioso en el que todos participamos, un viaje sin retorno, donde el tiempo parece detenerse en la encrucijada del misterio y la inevitabilidad. No sabemos cuántos pasos nos separan del final de esta marcha, cuántos suspiros quedan entre la vida y la muerte, ni cuántos rostros desconocidos han caminado antes que nosotros.

En esta fila, no se nos permite retroceder, ni movernos a un lado. Estamos obligados a avanzar, a seguir el ritmo incesante del paso del tiempo, aunque a veces desearíamos detenernos un instante, solo un segundo más, para saborear un poco más de la vida que, en su infinita paradoja, siempre parece insuficiente.

Sin embargo, la certeza de esta marcha no debería llenarnos de temor, sino de claridad. Es precisamente en la conciencia de nuestra fragilidad donde yace la belleza, donde cada gesto adquiere un significado profundo, cada mirada, un eco eterno. Mientras esperamos en la fila, debemos recordar que el tiempo, aunque fugaz, es nuestro regalo más preciado. 

Haz que cada momento cuente, no por miedo al final, sino por amor a la vida que se despliega en cada respiro. Da prioridad a lo que importa, a las manos que sostienes, a las palabras que intercambias, a los abrazos que compartes. En este breve paso por el mundo, el silencio entre las palabras a veces habla más alto que el bullicio de nuestras preocupaciones. 

Enseña tu alma en cada gesto, no escondas tus bondades. Haz que la gente a tu alrededor sepa que son importantes, que sus vidas tocan la tuya como hojas que caen suavemente en la corriente de un río. Cada sonrisa, cada pequeño acto de bondad, se convierte en una onda expansiva que reverbera más allá de lo que nuestros ojos pueden ver.

Haz grandes cosas con lo pequeño, pues es en lo ínfimo donde reside la esencia de lo eterno. Una sonrisa inesperada, una caricia sutil, un "te amo" murmurado al oído de alguien que necesita escucharlo, puede cambiar más que mil discursos. Haz el cambio en tu propio corazón, y el mundo, como por arte de magia, comenzará a cambiar a tu alrededor. 

Haz el amor con la vida misma. No solo con aquellos a quienes amas, sino con la propia existencia, con sus curvas inesperadas, con sus sombras y luces, con la imperfección de sus momentos. Haz la paz dentro de ti, donde las batallas más feroces suelen librarse en silencio. Arréglate no para el mundo, sino para tu propio ser. Encuentra la paz en tu reflejo, en la aceptación de quién eres, de lo que has vivido, de lo que aún está por llegar.

Y cuando la fila se acorte, cuando el viento sopla más frío y las despedidas parecen más cercanas, asegúrate de haber amado profundamente, de haber dejado que tu esencia toque las vidas de aquellos que caminaban junto a ti. Asegúrate de no haberte quedado con palabras sin decir, con abrazos sin dar, con promesas no cumplidas. Asegúrate de estar listo, no para el final, sino para el viaje, sabiendo que hiciste que cada paso, por pequeño que fuera, contara.

La fila sigue moviéndose, pero en la certeza de su marcha, podemos encontrar la libertad de vivir sin arrepentimientos, de llenar los espacios entre los latidos con momentos que nos definan, que nos trasciendan. Vive, no como quien teme el final, sino como quien celebra cada segundo como si fuera el primero.

Y mientras lo hagas, que tu alma encuentre la felicidad no en lo que te falta, sino en lo que tienes, en lo que das, en lo que recibes, en lo que construyes día a día con el milagro de simplemente existir. Que tengas una vida plena, una vida feliz, una vida que, al final, puedas mirar hacia atrás con una sonrisa suave, sabiendo que no dejaste nada por vivir.