No. 31 “Hojas otoñales, un canto a la vida”
Al final de la vida, el cielo se pinta de dorado y rojo, como si fuera otoño. Me enseña que cada momento tiene su historia y debemos soltarlo con gracia, igual que las hojas se sueltan de las ramas. La vida es un ciclo de encuentros y despedidas, de alegrías y tristezas.
He vivido la primavera de la juventud, llena de sueños y bríos; el verano de la madurez, con su calor intenso y frutos dorados; y ahora, me encuentro en el otoño de la existencia, donde la sabiduría se mezcla con la nostalgia. Aunque las fuerzas flaquean y la memoria se vuelve caprichosa, el corazón sigue palpitando al ritmo de la vida que aún corre por las venas.
He aprendido a disfrutar de los pequeños placeres diarios, a valorar la belleza de lo simple: una mañana soleada o una taza de café caliente. He amado con más intensidad, he perdonado con más facilidad y he vivido con más libertad. En este viaje, he conocido personas maravillosas que han dejado su huella en el corazón, he reído y llorado, ganado y perdido.
Me gusta la paz interior que he conquistado, la libertad de ser yo mismo, sin máscaras ni pretensiones. Disfruto de la compañía de mis recuerdos, que me arropan como una manta suave en las noches frías. No voy a perder el tiempo lamentando lo que pudo ser o preocupándome por el futuro. Voy a vivir cada día con intensidad, con alegría.
Porque al final, los verdaderos lujos son el tiempo, la salud, la buena compañía, la mente tranquila y la libertad de elegir lo que quieras hacer. Es un día para mirar hacia atrás con cariño y hacia adelante con esperanza. He vivido una vida rica en experiencias, llena de alegrías y tristezas, de éxitos y fracasos. Y ahora, estoy listo para disfrutar de la última etapa de este viaje con serenidad y sabiduría.
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