No 101 "Entre Cicatrices y Sueños"

 Y un día te das cuenta de que la vida, en su irremediable tránsito, es una danza sutil entre el ser y el no ser. Los amigos se marchan, sus voces, antes tan claras, se disuelven en el aire como las hojas que el viento de la infancia acariciaba sin esfuerzo. Ese viento que era nuestro confidente, ahora trae ecos desconocidos, arrastrando promesas que nunca se cumplen del todo.

Te emocionan otras cosas, y en lugar de lágrimas, tus ojos comienzan a guardar silencios. Los amores que juraron eternidad se disuelven en los inviernos, porque la primavera ya no tiene la misma luz ni el mismo aroma. Y, sin embargo, hay una fuerza magnética que nos arrastra de vuelta al nido, donde los murmullos de nuestras palabras pierden esa chispa irreverente que solían tener.

Descubres que hay abrazos capaces de remendar el alma, pero también hay distancias que hieren más que las palabras no dichas. Las cicatrices nunca terminan de cerrarse del todo; se quedan, marcando el paisaje de nuestra piel, recordándonos que hemos sobrevivido. Y la lluvia, esa vieja compañera, deja de ser un simple fenómeno; ahora tiene una melodía que reconforta, un susurro que invita a la introspección.

Nuestra historia, la que tejemos cada día sin darnos cuenta, tiene un costado que evitamos mirar, como si temiésemos lo que ahí se esconde. Las personas que amamos mueren, pero sólo comprendemos su ausencia cuando el frío de su partida se instala en nuestra cotidianidad. El tiempo, con su paso silencioso, nos arranca pedazos de lo que fuimos, y nos enseña que no hay vuelta atrás, sólo un camino adelante.

Viajar se convierte en una forma de comprender el mundo y a nosotros mismos, y en algún rincón de nuestra mente queda grabada esa canción especial, esa melodía que ha crecido con nosotros, porque en algún momento nos elegimos mutuamente.

Aprendes que algunos errores te salvan, no por la caída, sino por la lección que, como una flor en medio del invierno, brota de su raíz. Y aunque nunca volverás a ser el niño que corría tras los sueños sin miedo, descubres que soñar no está prohibido, porque en el sueño se esconde la esencia de lo que aún somos capaces de ser.


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