No 105 "Vivir: La Decisión Final"

 "La Llave de la Felicidad Perdida"

Me dedico lo que me queda de vida, sin saber si será mucho o poco, pero con la certeza de que cada instante es mío, y en ese reclamo silencioso me regalo lo más valioso: la fidelidad a mí mismo. Ya no permito que nadie corrompa la calma que, con tanto esfuerzo, he forjado con mis decisiones. He dejado atrás la angustia de los días en que renegaba de mis propios años, esos que me dejaron oscuras ojeras y noches en vela. Nadie supo nunca el peso de esas preguntas que me asfixiaban, el porqué de tantas cosas que, con el paso del tiempo, aprendí que debían suceder porque sí, porque estaban destinadas a enseñarme.

Hoy me dedico las canciones que una vez trajeron a alguien a mi memoria, pero ahora no lloro esas ausencias. No hay una fila larga de arrepentimientos, ya no me atormento con la incertidumbre de si ganaría o perdería. Me permito abrir una botella de vino sin razón alguna para brindar, porque a veces, la única compañía que necesito es la mía. Me miro en el espejo, me hablo a mí mismo, me digo que todo va a estar bien. Entiendo que nada es para siempre, que nuestra existencia es pasajera, y lo único que no puedo permitir es dejarme a un lado, posponerme para más tarde.

Recuerdo aquellas flores que alguna vez regalé, sin darme cuenta de que estaba deshojando mis esperanzas, esperando que el último pétalo me dijera que me querían. Pero los que debían hacerlo se marcharon en silencio, y cuando se fueron, me quedé sin ninguna flor en las manos. Hoy, por fin, me dedico el tiempo que me queda, sin mirar atrás, sin preguntarme por qué los del pasado no están en mi presente. Camino por las calles con la certeza de que lo único que importa es el ahora.

Tomo un café en ese lugar al que solía huir para no cruzarme con quienes juraron ser eternos para mí, pero dejaron solo el eco de un olvido perpetuo. No supieron, o no quisieron ver, cuánto daño causó su partida. Yo, en cambio, mantuve las puertas de mi corazón abiertas, mientras sus brazos permanecían cerrados para mi tristeza, para mis logros, que un día, con esfuerzo, llegaron.

Ahora, me entrego a mí mismo la llave de la felicidad, esa que gané cuando dejé atrás mis miedos. Cuelgo cuadros nuevos en las paredes donde tantas veces me apoyé, con las noches cayendo pesadas, observando fotos que me dejaban al borde de la soledad. Porque extrañar, solía pensar, era para los débiles, y superar, para los valientes. Y aprendí, a fuerza de heridas abiertas, a ser valiente.

Di un paso, y luego otro, hasta llegar frente al espejo. Me vi después de tanto tiempo, con una claridad que no había tenido antes. Me observé, me hablé como quien habla a un viejo amigo que ha pasado por demasiado. Me pregunté: "¿Qué vas a hacer con el resto de tu vida?"

Y la respuesta, simple y contundente, llegó desde lo más profundo de mi ser: **Vivirla**. Al final, es mi vida, y no se repetirá dos veces.


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