No 93 "El Camino de la Sabiduría"

 "Entre la Esperanza y la Fe"

En la travesía de la vida, cada paso que damos está cargado de enseñanzas, aunque a veces no las comprendamos en el momento. Nada, absolutamente nada, se aleja de nuestra vida sin antes habernos dejado el aprendizaje necesario. No es el paso del tiempo lo que sana nuestras heridas, sino el proceso interno que cada uno de nosotros experimenta a lo largo de ese tiempo. Sanamos porque aprendemos, porque aceptamos, porque dejamos ir.

La esperanza nos lleva a desear, la fe nos impulsa a creer, pero es la valentía la que convierte nuestros anhelos en realidad. A veces, mirando hacia atrás, nos damos cuenta de que aquellos rechazos que parecían devastadores eran, en realidad, desvíos hacia algo mejor, algo que el destino nos tenía reservado y que simplemente no podíamos ver en ese momento.

Las palabras, aunque ligeras como el viento, poseen una fuerza que trasciende lo material. Una sola palabra tiene el poder de dar vida o de arrebatársela. En el silencio del alma, aquellos que se aman profundamente se comunican sin necesidad de voz; basta una mirada, un suspiro, para comprenderse. La verdadera grandeza de una persona no se mide por lo que alcanza, sino por lo que es capaz de superar, por los obstáculos que deja atrás en su camino hacia la realización personal.

Hay una profunda sabiduría en sentir el pensamiento y pensar el sentimiento. Cada error que cometemos es una oportunidad para aprender, pero cuando lo repetimos, se convierte en una elección consciente, en una carga que decidimos llevar a pesar de su peso. Soltar lo que nos lastima requiere valentía, pero también sabiduría, pues es necesario entender que aquello que duele no nos define, y que soltar es un acto de liberación.

Los encuentros más significativos, esos que transforman nuestras vidas, no son producto del azar; son pactos sellados por las almas mucho antes de que los cuerpos se encuentren. Y así, caminamos a nuestro ritmo, sin prisa, porque el único destino verdadero es el encuentro con uno mismo.

Una mirada puede preguntar lo que las palabras no se atreven a formular, y una sonrisa puede responder lo que el corazón calla. Los problemas no son más que maestros disfrazados; se van cuando hemos aprendido la lección que traían consigo, cuando los aceptamos y los agradecemos por lo que nos enseñaron.

El amor llega sin avisar, sin planearlo, sin elegir ni el momento ni el lugar. Es un regalo del destino, una chispa que enciende nuestra luz interior. Y cuando dejamos que esa luz brille sin miedo, el Universo conspira para abrirnos puertas, para guiarnos hacia donde realmente debemos estar.

En este camino, confía en tu instinto, sigue la luz que nace dentro de ti, y recuerda que cada paso, cada decisión, te acerca más a la mejor versión de ti mismo. Dios, el Universo, están de tu lado, y siempre te mostrarán el camino, siempre que estés dispuesto a seguirlo.



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