No 70 "Entre el Cielo y el Mar: El Encuentro del Alma"
"Entre el Cielo y el Mar: El Encuentro del Alma"
Con la mirada perdida en la inmensidad del océano, el anciano dejó que las olas arrullaran su alma con un antiguo cántico de sabiduría. Sus profundos ojos reflejaban las verdades que sólo se alcanzan tras una vida de intensas búsquedas y experiencias.
"Nuestras almas son viajeras en estrellas lejanas - susurró con voz curtida - Destellos de luz que se materializan en forma humana para experimentar los misterios del universo. Encarnamos en este plano terrenal como frágiles mariposas que por un efímero instante posan sus alas en la flor de la existencia."
Una sonrisa surcó su rostro arrugado mientras observaba a los pájaros marinos danzar entre las crestas de las olas. "Venimos a entretejer nuestros hilos de seda en el gran tapiz cósmico, urdiendo nuevos patrones de conciencia con cada vivencia. Cada latido es una lección, cada respiración un lienzo en blanco donde plasmar nuestros más elevados anhelos con los pinceles del amor y la pasión."
El anciano cerró los ojos, dejando que la brisa marina acariciara su semblante. "Somos aprendices perpetuos en esta grandiosa escuela de la vida. Bebiendo del manantial del conocimiento que brota en cada encuentro. Cada alma que toca la nuestra deja su impronta, un nuevo diamante pulido que sumamos a nuestro ser para reflejar mejor la luz interior."
Abriendo los brazos en un abrazo al horizonte infinito, prosiguió: "Porque no venimos a este mundo a acumular posesiones efímeras, sino a despojar nuestro espíritu de ataduras. A soltar amarras y dejarnos llevar por las corrientes invisibles que nos conducen a nuevos horizontes de realización y crecimiento. Como las nubes, vamos de paso, abrazando los cielos sin querer poseerlos."
Una lágrima solitaria surcó su mejilla al recordar las lecciones de una vida plena. "Nuestro único hogar perdurable es el refugio en la quietud de nuestra sabiduría innata. En esa chispa divina que arde dentro y nos recuerda que somos uno con el latido del cosmos. Basta cerrar los ojos y escuchar el runrún del universo para hallar la calma imperecedera."
Una última mirada de infinita paz se posó sobre las inmensas aguas. "Así transitamos esta existencia: pies descalzos que se hunden en el lodo sagrado de la Tierra para luego alzar el vuelo en busca de nuevos horizontes. Dejando una estela de amor y transformación a nuestro paso. Sembrando las semillas de la plenitud, para que otros las rieguen y den frutos que trasciendan esta efímera travesia terrenal."
Las olas y el ritmo cósmico
Las olas rompían mansamente sobre la arena en un lento vaivén que parecía entonar un arrullo ancestral. El anciano dejó que su mirada se perdiera en el horizonte infinito, adentrándose en las profundidades de su alma longeva.
"El mar es el gran espejo donde se refleja el cosmos - habló con voz templada por la experiencia - Sus mareas guardan el mismo misterioso ritmo que rige las mareas del universo. Así como sus olas van y vienen con aparente caprichosa naturaleza, nuestros ciclos vitales fluyen de acuerdo a designios superiores que nuestra mente racional no puede comprender."
Sus arrugadas manos acariciaron la arena humedecida, esbozando una sonrisa plena. "Debemos aprender a entregarnos al flujo imperecedero de la existencia con la misma gracia que las olas besan la playa. No luchar contra la corriente, sino dejarnos llevar por ella, danzando al compás de ese perpetuo ajuste entre el ser y el no ser."
"Porque nada es estático ni permanente bajo este cielo cambiante. Todo se mueve, todo renace una y otra vez de las cenizas de lo que fue. Lo que hoy es altura mañana será sima oceánica. Lo que hoy respira orgulloso, mañana se disolverá en los elementos para nutrir nuevas formas de vida."
El anciano hizo una pausa, dejando que el monólogo del viento y las olas lo envolviera plácidamente. Luego retomó su discurso con renovada calma:
"La única verdad imperecedera es la impermanencia que todo lo impregna. Nuestro anhelo por aferrarnos a las cosas, por querer fijarlas en un solo lugar y estado, es la causa de nuestro sufrimiento. Debemos aprender a dejar ir, a desprendernos con la misma fluidez que la ola se separa de la playa sin lamentos."
"Sólo cuando nos sumergimos en el fluir indivisible de la existencia sin resistencias, alcanzamos la verdadera libertad. Aquella que no depende de circunstancias externas, sino que brota desde las profundidades de nuestra alma integrada al ritmo cósmico. Bailemos pues esta danza de la vida con gracia y gozo incondicionales."
Sus palabras se disolvieron en el silencio reverente de la playa solitaria. Las aguas respondían con un manso murmullo, abrazando los últimos acordes de una melodía eterna.
Super 👌
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