No 64 “Reflexión sobre la Nostalgia”


Miro hacia atrás sin nostalgia. Tengo esa suerte. La nostalgia nos envuelve un poco como la niebla invade un paisaje, las cosas se vuelven ligeramente borrosas. Es insidiosa, la nostalgia. He luchado contra ese desenfoque, nunca lo he aceptado porque no sirve de nada. El mero hecho de que la imagen se distorsione, que se tiña con la emoción del recuerdo, carece de propósito. Al menos, ese no es mi propósito. 

Es la puerta abierta a una forma de sufrimiento que, obviamente, no busco. Hoy, siendo un hombre envejecido, no quiero arruinar mi vida cotidiana con cosas infelices que vendrían a perturbarla. La nostalgia debe permanecer en la orilla. No es que no exista, pero no es bienvenida. Y en mi casa, las cosas que no son bienvenidas no entran. Sólo quedan los momentos de luz y gloria.

Como el ocaso dorado que tiñe las olas del mar con sus rayos cálidos, así recuerdo mi pasado. No con melancolía, sino con una sonrisa serena, celebrando los instantes radiantes que iluminaron mi camino. Cada risa compartida, cada abrazo cariñoso, cada sueño alcanzado permanece intacto en mi memoria, brillando como joyas iridiscentes.

La nostalgia puede ser una tentadora sirena, prometiendo hundirnos en aguas turbulentas de añoranza. Pero yo he aprendido a navegar con sabiduría, manteniendo mi rumbo firme hacia el horizonte despejado del presente. El pasado es un paisaje que admiro a la distancia, apreciando su belleza sin permitir que sus sombras me envuelvan.

Soy un viajero curtido, y sé que el mejor equipaje es aquel que nos permite avanzar con ligereza. Así que dejo atrás los pesados fardos de la melancolía, y elijo cargar sólo los recuerdos que me inspiran y me fortalecen. Son esos momentos de dicha los que atesoro, los que me recuerdan que la vida es un lienzo en constante creación, donde cada pincelada cuenta.

Mientras el sol se pone y las estrellas comienzan a brillar, me siento en paz, rodeado de los instantes felices que han dado forma a mi existencia. La nostalgia puede quedarse en la orilla, pues mi corazón está lleno de gratitud por el camino recorrido y de anticipación por los horizontes que aún me esperan.




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