No 50 “Latidos del recuerdo”
Cuando un ser amado muere, somos nosotros quienes no estamos
vivos para él, pues él no puede
pensarnos. Pero nosotros podemos
pensar en él y él está vivo para nosotros.
*
Así es el ciclo eterno,
la danza de la vida y la muerte.
Nuestros corazones laten al unísono,
aun cuando el suyo ya no resuena.
*
En la brisa matinal percibo su risa,
en las flores su fragancia perdura.
Aunque sus ojos se cerraron al mundo,
en mi alma su luz sigue brillando.
*
No se ha ido, sólo cambió de morada,
dejando su cálido aliento entre nosotros.
Vive en los instantes atesorados,
en las melodías que una vez cantamos.
*
Mientras el recuerdo palpite en nuestros pechos,
mientras su esencia impregne nuestro andar,
la ausencia será sólo una ilusión,
pues el amor trasciende la mortalidad.
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