No. 22 "El Jardin del Amor"

 En el jardín del alma, el amor florece, una fuente eterna de pasión y ternura. Pero a menudo, sin saberlo, dejamos que se seque permitiendo que el tiempo y nuestras negligencias cierren sus causes.


*

Muere el amor, no por naturaleza,

sino por nuestra incapacidad

de nutrirlo y protegerlo.

Es como un río sediento

que se desvanece en el desierto

de nuestra indiferencia,

marchitándose en la aridez

de la ceguera emocional.
*

Nuestras heridas y traiciones,

como piedras en su lecho,

obstruyen su flujo

hasta que se convierte

en un débil susurro.
*

Y cuando el corazón se cansa,

cuando el alma se marchita,

el amor se desvanece

en la penumbra de la desidia.
*

Por eso, debemos ser jardineros

de nuestros propios corazones,

regando el amor con sinceridad,

podando los errores con humildad,

y protegiéndolo del frío

con el cobijo cálido de la confianza.

Solo así podremos mantener vivo

el resplandor eterno del amor,

iluminando cada rincón

de nuestras vidas con su luz radiante.


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